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COVID Y PANDEMIAS

Nietzsche, la pandemia y los animales

Mónica B. Cragnolini

Imagen: M. Gabriela Pellegrini

Imagen: M. Gabriela Pellegrini

La pandemia de covid-19 nos hizo patente los modos en que (mal)tratamos a los animales. La declaración de la Organización Mundial de la Salud sobre su carácter zoonótico evidenció que esta posibilidad de contagio entre animales y humanos obedece a múltiples razones, todas ellas vinculadas, de un modo u otro, con la producción intensiva de animales. Si bien en el caso de la covid-19 se habla de la cadena murciélago-pangolín-animal vivo del mercado de Wuhan, lo que hay que considerar siempre son los modos crueles en que tratamos a los animales: muchos deben salir de sus hábitats naturales por deforestación, urbanización en humedales, etc., y eso provoca una migración a otros lugares, con el consiguiente stress por expulsión de sus ámbitos naturales, y la necesidad de adaptarse a otros, extraños y generalmente, hostiles. Elementos todos que contribuyen al debilitamiento del sistema inmunológico, y a la dispersión de los virus que se hallaban en sus reservorios naturales.

El título de esta nota tal vez despierte alguna sonrisa irónica: ¿qué podría decir Nietzsche de un acontecimiento que no llegó a vivir? Quiero aclarar que no acuerdo con los juegos  mentales que operan con contrafácticos, o se preguntan qué diría un filósofo si viviera en tal o cual momento. Cada pensador piensa en su época con determinadas configuraciones culturales, sociales, políticas, es cierto, pero también, piensa “en lo que vendrá”. Nietzsche se consideraba un póstumo, alguien que no podía ser medido con las medidas de su tiempo.  ¿Acaso  pretendo decir que así como “anunció” los dos siglos de nihilismo también anunció la pandemia? No es esa la idea, aunque se debería acotar que el anuncio de los dos siglos de nihilismo supone también la consideración, que aparece en Así habló Zarathustra, del crecimiento de la devastación: “el desierto crece, ay de quien guarde desiertos”.[1] Y si algo nos permitió pensar la pandemia fue el modo en que estamos devastando el planeta con el extractivismo, el saqueo biótico, el fracking, y todas las formas en que, a una tierra ya agónica, intentamos extraerle la última gota de sangre.

Todos nosotros, en tanto existentes humanos, somos albergadores y responsables del crecimiento del desierto. Durante la pandemia de covid-19 se han alzado voces que indicaban que no era así, que solo las grandes multinacionales y las grandes industrias  son las responsables de la devastación del planeta: sin embargo, todos somos consumidores de lo que producen dichas empresas, todos vivimos en un mundo en el que no se puede pretender ser un “alma bella”[2] ni una subjetividad aislada y cerrada. Todos colaboramos, con pequeños o grandes gestos, a lo que acontece.  Y Nietzsche tenía claro también que la enfermedad de la piel de la tierra es el existente humano. Como se señala en Así habló Zarathustra: “la tierra […] tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades. Una de ellas se llama, por ejemplo: ‘hombre’”[3]. Que el hombre es la enfermedad de la piel de la tierra está indicando que hemos enfermado, con nuestro accionar, a las diversas formas de vida de este planeta. Derrida llamó “guerra santa contra el animal” al modo en que las tres grandes religiones del Libro se vinculan con los animales, en una relación  que supone que el animal puede ser exterminado, sin que se cometa crimen (o se considere pecado) alguno. Buena parte del pensamiento occidental vio al animal como un “enemigo” a exterminar, o un objeto a usufructuar. Por eso, cuando Nietzsche habla de nuestra relación con los animales, señala que podríamos reescribir toda la historia de la moral según el modo en que tratamos a los animales: “Cuando no entran en consideración la utilidad o el daño, tenemos un sentido de irresponsabilidad total; matamos y herimos, por ejemplo insectos, o bien los dejamos vivir, por lo general sin pensar en ello. Somos tan torpes que incluso nuestras delicadezas hacia las flores y los pequeños animales son casi siempre mortíferas.” [4] Esos modos de tratamiento de los animales que nos permitirían reescribir la moral incluyen la distinción entre modos de vidas animales: las vidas que nos resultan peligrosas, y son exterminadas, las vidas útiles, a las que esquilmamos hasta que percibimos que nos dan más provecho si las tratamos bien, y las vidas de los animales domésticos, en las que nos proyectamos. ¿Por qué del análisis de los modos en que tratamos a los animales se podría producir la posibilidad de repensar la genealogía de nuestra moral? Porque el modo de ser humano se ha instaurado como un modo  privilegiado con respecto a esas vidas a las que maltrata, ignora, utiliza, aniquila, etc. Ser un existente humano implica posicionarse “erecto” frente al animal: señalar las líneas divisorias entre nuestras formas de vida y las de aquellos que son animales, como nosotros, pero no humanos, y en función de esas líneas divisorias, gestionar prácticas de relación que suponen utilizar, cuidar si es conveniente, aniquilar o ser indiferente a esas vidas. Y Nietzsche señala explícitamente la crueldad de la negligencia ante las  formas de vida (los pequeños animales) a las que, sin darnos cuenta a veces, maltratamos o directamente aniquilamos. Todos estos modos del “trato” con los animales pueden ser considerados del orden del “maltrato”, ya que, aún en el caso del cuidado, está determinados por el usufructo, y no por la consideración del animal en tanto otra vida que merece respeto.

En este sentido, me interesa destacar de qué manera para el pensamiento nietzscheano la crueldad hacia los animales representa pate del modo civilizatorio en el que la gran maquinaria de la humanidad se ha enseñoreado sobre la tierra toda, transformándola en desierto. Pero ¿qué decir, por ejemplo, de los animales de compañía, con los cuales el existente humano suele tener un vínculo de afecto y consideración? En este parágrafo de Humano, demasiado humano II, Nietzsche alude a los mecanismos de proyección con los animales, algo que suele acontecer en el vínculo con los animales de compañía. Pero en Aurora, remite explícitamente a estos animales (como “falderos”), y señala:

 

Animales domésticos, animales falderos y semejantes. — ¡Hay algo más repugnante que el sentimentalismo para con las plantas y los animales por parte de una criatura que desde un principio ha vivido y causado estragos entre ellos como si fuera su más furioso enemigo, y que al final acaba pretendiendo de sus víctimas debilitadas y mutiladas aun sentimientos de ternura! Ante esa clase de ≪naturaleza≫, y si pretende ser un ser pensante, al hombre le conviene sobre todo seriedad.[5]

 

 

En este parágrafo Nietzsche está reconociendo que el modo de relación del existente humano con los animales ha sido siempre cruel (en tanto “furioso enemigo”), y por ello, pretender que algún tipo de animal (el que se elige para convivir) sea afectuoso, es pretender que la víctima (debilitada y mutilada) exprese amor hacia su victimario. Todo el sentimentalismo hacia los animales le parece repugnante, porque justamente los animales son los que han sido siempre “víctimas” del existente humano.

Reconocer el lugar de víctimas de los animales en nuestro siglo XXI es reconocer el lugar de los animales como “capital”, sea pecuniario o afectivo (porque también, y Nietzsche lo vio claramente, al animal de compañía se lo considera a veces como capital afectivo: cuanto amor dará, cómo alegrará la vida de los habitantes de la casa, cómo corresponderá al cuidado que se le dé, cómo “recompensará” ese cuidado con lealtad).

El desierto crece y hemos devastado el planeta precisamente por considerar a todo lo que es (incluidos otros existentes humanos, animales, o la tierra toda) como capital que solo está para producir “ganancias” (pecuniarias, afectivas, etc.). La pandemia de covid-19 nos permitió pensar en el ciclo compra de tierras-deforestación-expulsión de especies autóctonas-monocultivos con uso de agrotóxicos-expulsión de las poblaciones humanas-migración a las grandes urbes-creación de megagranjas con condiciones de hacinamiento-debilitamiento de los sistemas inmunológicos de los animales-presencia de Big Pharma para mantener la bioseguridad-animales camino a los mataderos-distribución de la  carne. Este proceso, que nos clarificó Rob Wallace[6], implica una suerte de cadena circular generadora de las enfermedades zoonóticas asociadas a la producción de animales: síndrome de la vaca loca, gripe aviar, gripe porcina, covid-19 y otras. Las víctimas de este proceso de ganancias extraordinarias para pocas multinacionales son los existentes humanos “animalizados”[7] y los animales. La condición sacrificial de los animales se hizo muy patente en la pandemia, con los sacrificios masivos de animales “posiblemente” contaminados,[8] algo que suele acontecer cuando “se sospecha” un contagio en animales de producción. Los productores lamentan la pérdida de ganancias con cada animal que muere, y no consideran la masacre masiva de vidas. Nietzsche pensó en la condición sacrificial de los animales, y por señala en La ciencia jovial. La gaya scienza: “Sacrificio. — Los animales sacrificados piensan sobre el sacrificio y la entrega sacrificial de modo diferente que los espectadores: pero jamás se les ha dejado expresarlo”.

En La jungla Upton Sinclair recoge, en parte, esa expresión acallada del animal: cuando el capataz les muestra a los visitantes de la empacadora de carne los procesos en el matadero, señala: “Del cerdo se aprovecha todo, menos los gruñidos”.[9] El animal sacrificado se expresa, y no se quiere escucharlo, la tierra toda se lamenta (las cuestiones climáticas que hemos vivido en los últimos años dan buena cuenta de ello) y tampoco le prestamos atención, más allá de las declaraciones conjuntas del “estupor” de los jefes de estado y las organizaciones internacionales ante lo que acontece, y los buenos propósitos de cambio que nunca se realizan. Y no se pueden realizar porque hay algo que debe transformarse, y es nuestro modo de estar en el mundo. Mientras, en tanto existentes humanos, nos sigamos creyendo con el derecho de avasallar las otras formas de vida, seguiremos siendo esa enfermedad de la piel de la tierra y el desierto seguirá creciendo, como anunciaba Nietzsche por boca de Zarathustra.

 

[1] Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, trad. A. M. Navarro,  en F. Nietzsche, Obras completas (en 4 volúmenes), edición a cargo de D. Sánchez Meca, vs. traductores, Madrid, Tecnos, 2013-2017, (se citarán como OC, seguido del tomo y número de página), OC IV, p. 264.

[2] Aclaro que uso el término en el sentido hegeliano, no en el de Goethe ni en el de Schelling. Cierto es que Hegel retoma algunos aspectos de estos autores, pero básicamente en un sentido crítico. Para Hegel, el alma bella se consume en sí misma, y Nietzsche retomará parte de este sentido.

[3] Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, OC IV, p. 151

[4] Friedrich Nietzsche, Humano demasiado humano II, II El caminante y su sombra,  § 57, OC III, pp. 393-394

[5] Friedrich Nietzsche, Aurora, § 286, OC III, p. 621.

[6] Véase en Animula, de Rob Wallace, “Agronegocio, poder y enfermedades infecciosas”, trad. G. Romero, https://www.animula.com.ar/agronegocio-poder-enfermedades, y “Sistemas globalizados de producción de alimentos, desigualdad estructural y COVID-19”, trad G. Romero, https://www.animula.com.ar/sistemas-globalizados.

[7] Cuando hablo de “humanos animalizados” me refiero a todos los existentes humanos que son puestos en las mismas condiciones que se consideran “naturales” para los animales: hacinamiento, no respeto a su condición de alteridad, maltratos, etc. Pienso en los inmigrantes en países que los expulsan, trabajadores en condición de ilegalidad, mujeres y niños en la trata de personas, es decir, todos aquellos a los que no se les reconocen los derechos que se atribuyen a los humanos, con el objetivo de someterlos a explotación.

[8] Véase en Animula, Mónica B. Cragnolini, “Animales sacrificados antes, durante y después de la pandemia”, https://www.animula.com.ar/animales-sacrificados.

[9] Upton Sinclair, La Jungla, trad. J. R. Calvo y O. de Pablo,  México,  Brigada Para Leer en Libertad, 2016, p. 43.

Agosto 2023  |   Categoría: Artículo

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