
COVID Y PANDEMIAS
Agronegocio, poder y enfermedades infecciosas [1]
Rob Wallace
​
El Sars-CoV-2, el nuevo coronavirus, causante de la pandemia de Covid-19 que se ha extendido por todo el mundo, representa solo una de las nuevas cepas de patógenos que han surgido repentinamente como amenazas para los seres humanos en este siglo. Entre ellos se encuentran el virus de la peste porcina africana, la Campylobacter, el Cryptosporidium, el Cyclospora, los ébolas Makona y Reston, la bacteria Escherichia coli O157:H7, la fiebre aftosa, la hepatitis E, la listeria, el virus Nipah, el Coxiella burnetii de la fiebre Q, la salmonella, el vibrio, la yersinia y algunas variantes nuevas de la influenza A, como h1n1 (2009), h1n2 v, h3n2 v, h5n1, h5n2, h5n x, h6n1, h7n1, h7n3, h7n7, h7n9 y h9n2.
​
Sin embargo, estos brotes no son el resultado de la mala suerte. Todos están vinculados, directa o indirectamente, con los cambios en la producción o el uso de la tierra asociados a la agricultura intensiva.
​
El monocultivo de capitalización intensiva— tanto la ganadería como la agricultura— impulsa la deforestación y los emprendimientos que aumentan la tasa y el alcance taxonómico de la propagación de patógenos: de los animales salvajes al ganado y de estos a los trabajadores del sector. Una vez que estos patógenos ingresan en la cadena alimentaria, la producción puede contribuir a la selección de variantes de patógenos de mayor mortalidad, por recombinación genética y por cambios antigénicos, que ocurren en circunstancias de inmunosupresión. A través del comercio global que ahora caracteriza al sector, las cepas desarrolladas recientemente se pueden exportar a todo el mundo.
​
El alcance de esta explicación dice mucho sobre cómo debemos reaccionar ante estos nuevos patógenos. El Sars-CoV-2 o cualquiera de los otros patógenos enumerados anteriormente no deben abordarse únicamente a partir de sus cursos de infección o sus cuadros clínicos. No deben tratarse solamente según las últimas vacunas y otras profilaxis, por importantes que sean estas medidas. Las redes de relaciones ecosistémicas que el capital y el poder estatal manipulan en su propio beneficio fueron fundamentales para el surgimiento y la evolución de estas nuevas cepas. La gran variedad de patógenos— con sus diferentes taxones, huéspedes de origen, modos de transmisión, cursos clínicos y resultados epidemiológicos— traza diversos caminos que tienen en común las formas de uso de la tierra y de la acumulación de valor extendidas por el mundo.
​
Pero incluso esta distinción requiere una elaboración más profunda. Los campos relativamente nuevos de la ecosalud y de One Health [Una sola salud] centran sus esfuerzos en el estudio de las prácticas de los pueblos indígenas y de los pequeños productores, ubicados por coordenadas de GPS que nos muestran dónde se desbordan ahora las nuevas infecciones. Sin embargo, estas geografías absolutas pierden de vista una parte crítica del problema. Una One Health estructural puede revelar las geografías relacionales que conectan las diferentes partes del mundo que ahora impulsan la aparición de enfermedades a un nivel de causalidad mucho más fundamental.[2]
​
En el escenario global, los circuitos del capital que se originan en centros como Nueva York, Londres y Hong Kong financian la deforestación y las prácticas de desarrollo que impulsan la aparición de estas nuevas enfermedades en las coordenadas geográficas investigadas por la ecosalud. Una One Health estructural debe rastrear la causalidad a partir, sí, de estas causas inmediatas, pero también desde las decisiones tomadas como respuesta a las emergencias hasta las elecciones en las prácticas agrícolas y del uso de la tierra que afectan a las ecologías compartidas entre la vida silvestre, el ganado y los humanos. Este análisis estructural, sin embargo, también se extendería a los procesos que actúan en las más amplias escalas de tiempo y espacio, como los desarrollos históricos en temporalidades profundas y las infraestructuras culturales incorporadas por estos circuitos de capital.
Las enfermedades surgen de la integración de numerosas causas en el ámbito biocultural. Las ciencias que estudian estos fenómenos deben combinarlas en alcance y escala.
​
El surgimiento de patógenos a lo largo de los circuitos de producción
Este nuevo contexto se reproduce de modos diversos según cada región. Aunque diferentes en sus particularidades, los circuitos locales de producción operan a través de la misma red de expropiación global, con impactos ambientales subyacentes. En un extremo del circuito de producción, la complejidad de los bosques primarios encierra patógenos “silvestres”. La tala de árboles, la minería y la agricultura intensiva dirigidas por el capital simplifican drásticamente esta complejidad natural. En estas “fronteras neoliberales”, mientras que varios patógenos mueren como resultado de la desaparición de especies hospedadoras, un subconjunto de infecciones que solía interrumpirse con relativa rapidez en los bosques, aunque sólo fuera por la tasa irregular de hospedadores típicos disponibles, se extiende ahora más ampliamente entre las poblaciones susceptibles.
​
La vulnerabilidad de las poblaciones humanas a las infecciones propagadas por esta diseminación se ve agravada constantemente por los programas de austeridad que afectan tanto al saneamiento ambiental como a la salud pública. Incluso frente a vacunas eficaces, los brotes que surgen en las fronteras ambientales se caracterizan cada vez más por una mayor extensión geográfica, una duración más larga y una fuerza más intensa. Lo que antes se limitaba a la escala local, ahora de repente se convierte en una epidemia— algunas capaces de alcanzar las redes globales de los viajes y el comercio.
​
El ébola es ahora un ejemplo arquetípico.[3] El ébola Makona, la variante de ébolavirus de Zaire presente en el brote regional del África Occidental entre 2013 y 2015, parecía común en términos de genética inicial, tasa de letalidad, período de incubación e intervalo serial. Pero a diferencia de los brotes anteriores, que habían asolado una o dos aldeas, el Makona infectó a 35.000 personas y mató a 11.000, dejando cadáveres en las calles de las principales capitales.
​
¿Cómo explicar la diferencia, si no es a partir del propio virus del ébola? Lo que ha cambiado es el contexto socioecológico a través del cual se ha propagado el patógeno: de los espacios ambientales y sociales locales hacia las geografías relacionales globales. El ajuste estructural multilateral y la carrera multinacional por las tierras invadieron los bosques regionales y redujeron la infraestructura médica. Nuevas incursiones de monocultivos— aceite de palma, caña de azúcar, algodón y macadamia, entre otros— estuvieron vinculadas a nuevas rondas de cercamiento de tierras y a la consolidación y mercantilización de las producciones de subsistencia anteriores.
​
Estos cambios han aumentado la interfaz entre las especies de murciélagos portadoras del ébola atraídas por las plantaciones y los trabajadores ahora parcialmente proletarizados por el sector. La creciente diseminación del ébola probablemente aceleró la aparición de una infección entre humanos.
​
A diferencia de la generación influenciada por la medicina colonial— que centra sus estudios en los posibles orígenes de los patógenos en el consumo de carne de animales silvestres, las prácticas funerarias y otras costumbres que algunos estudiosos sitúan bajo la rúbrica de “epidemiología uga-buga”—, la perspectiva estructural de One Health incorpora una trayectoria histórica más amplia. Desde su identificación inicial en Sudán en 1976, el género ébola se ha asociado repetidamente con cambios en el uso de la tierra relacionados con una capitalización incipiente. En el caso del brote de África Occidental, el contagio a los humanos y la subsiguiente transmisión entre ellos tuvo lugar en la profundidad de un bosque periurbano repentinamente mercantilizado. Luego, el virus fue transportado a través de un largo circuito de producción hacia las principales ciudades; en este caso, no por las mercancías en sí, sino por la migración pendular estacional de trabajadores desatendidos por el sector de la salud, que se movían entre el mercado laboral en las ciudades y las provincias del interior.
​
Las enfermedades de diferentes taxones marcan el otro extremo de los circuitos de producción. Las gripes aviar y porcina altamente patógenas, adaptadas a los seres humanos, suelen surgir como infecciones recientemente identificables en operaciones intensivas, ubicadas alrededor de las principales ciudades de los países totalmente industrializados o en proceso de industrialización. De las 39 transiciones de baja y alta patogenicidad documentadas en gripes aviarias desde 1959, Dhingra y otros investigadores del tema[4] identificaron que solo dos no habrían ocurrido en operaciones comerciales avícolas, generalmente caracterizadas por la manipulación de decenas o centenas de miles de aves. Por otro lado, los eventos de reordenamiento, en los que diferentes cepas de influenza h5 y h7 intercambian segmentos genómicos, ocurrieron principalmente en países en transición económica. Estos últimos ambientes se caracterizan aparentemente por una mayor mezcla de sistemas de producción, lo que permitiría diferentes combinaciones de cepas co-circulantes. En verdad, las operaciones avícolas intensivas albergan tantas cepas circulantes que terminan sirviendo como reservorios adecuados para nuevos reordenamientos.[5] Las aves acuáticas silvestres, por lo tanto, ya no son la única fuente.
Las filogeografías, que estudian cómo migran las enfermedades analizando solo su genética, indican que la evolución y la propagación de la gripe porcina están fundamentalmente integradas en la economía globalizada. Algunas epizootiologías navegan en circuitos de producción que se extienden más allá de las fronteras nacionales. Nelson y otros investigadores del tema[6] identificaron los saltos espaciales de un país a otro en todos los árboles evolutivos de la gripe porcina: todos los segmentos genómicos y todos los linajes, de un lugar a otro. China, por ejemplo, no resultó ser una fuente importante de gripe porcina para el escenario mundial, ya que la mayor parte de su producción porcina se consume en el mercado interno— al contrario de la producción avícola china. Estados Unidos, principal exportador mundial de cerdos, también es el mayor exportador de gripe porcina a escala mundial. Mena y otros especialistas en la cuestión[7] mostraron que Estados Unidos y Canadá han sembrado varios segmentos genómicos de la gripe porcina en los estados de México, donde la cría de cerdos se ha concentrado desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) en 1994, incluyendo segmentos que contribuirían a la cepa h1n1 que se convirtió en pandemia en la Ciudad de México en 2009.
​
Sin embargo, el origen de otros patógenos en estos circuitos parece ser más complejo. El virus Zika transmitido por vectores, otro virus de ARN, un flavivirus, fue un brote eminentemente “urbano” en Brasil, que provocó una ocurrencia inusual de bebés con microcefalia.[8] Pero la deforestación pudo haber ayudado a estimular la aparición de un nicho de Zika en estas ciudades. El Zika parece participar en una activación recíproca a nivel molecular del dengue y, quizás, de la fiebre amarilla, que son claramente dependientes de los bosques. Cada virus tiene proteínas que desencadenan la patogénesis en el otro. Las cadenas ecológicas entre el virus y el sector regional son, por lo tanto, relacionales, y la dinámica de la enfermedad en un lugar depende de la de otro lugar.
Estos cambios también se encuentran en el vector. Las poblaciones de Aedes aegypti, principal mosquito vector del Zika, surgen de un nicho urbano, en recipientes artificiales vinculados a la gestión humana del agua o por la ausencia de servicios sanitarios públicos (por ajuste estructural y austeridad). En 2000 se informó de un cambio en la ecología de la comunidad de mosquitos en la costa densamente poblada de Brasil, con la llegada de Aedes albopictus— que emerge de su reservorio rural cada vez más cerca de las periferias urbanas— a Recife, el epicentro urbano inicial de la microcefalia vinculada al Zika. El Aedes albopictus se ha unido a las principales especies de vectores establecidas como el Aedes aegypti y el Culex quinquefasciatus, así como a un conjunto diverso de otras especies de mosquitos recientemente reportadas, capaces de transmitir filariasis, dengue, Rocio virus, virus Mayaro y fiebre amarilla. Ahora, incluso los mosquitos parecen estar involucrados en una especie de migración circular, cubriendo áreas que hasta entonces se consideraban límites entre lo rural y lo urbano.
​
El Sars-CoV-1 y ahora el Sars-CoV-2, la cepa de la covid-19, parecen haber surgido a través de nichos mixtos similares distribuidos en circuitos de producción regionales. Se han aislado especímenes de Sars no humanos en la gran región metropolitana de Hubei, provincia de Wuhan, donde parece haber surgido el Sars-CoV-2 ya en 2004 en dos especies de murciélagos (el murciélago de herradura y el de grande herradura) y en civetas reproducidas en granjas. Los aislamientos son parte esencial de una amplia variedad de Sars animales no tradicionales distribuidos por toda China, como en las provincias adyacentes de Anhui y Jiangxi, en la cuenca de Wuhan.
​
Tres investigadores en administración de la Universidad de Wuhan realizaron un estudio sobre seguridad alimentaria en una cadena de productos alimenticios silvestres.[9] La ubicación de la cadena se mantiene confidencial, pero los resultados sugieren al menos seis factores de riesgo para la aparición de enfermedades en el gerenciamiento de estas cadenas alimentarias.
​
Actualmente, la principal fuente de alimentos de origen silvestre son los distribuidores mayoristas que compran directamente a los agricultores o cazadores. Este es el principal método para comprar alimentos de origen silvestre en China. En los últimos años, con el rápido desarrollo de la logística de la cadena de alimentos refrigerados, el control dinámico de la calidad de la fuente de alimentos silvestres se ha convertido gradualmente en el más débil y propenso a problemas en la logística express de este tipo de artículo.
La logística express exige elevados requisitos para los negocios y las operaciones logísticas, a menudo el eslabón más débil de las empresas. La logística de los propietarios requiere de una gran inversión, y la subcontratación a empresas profesionales de logística ayuda a reducir los costos de producción, mejorar la eficiencia de la gestión y aumentar la competitividad. Sin embargo, los riesgos de subcontratar la logística también son grandes.
​
Claramente, como sugiere el artículo, es probable que el Sars-CoV-2 haya surgido (o al menos se haya amplificado) en los alimentos silvestres vendidos en el mercado de Wuhan, en animales capturados y/o criados en otros lugares antes de ser enviados a la ciudad. Dada la genética de la covid-19, una reorganización de las cepas de murciélagos y pangolines, el comercio cada vez más formalizado de alimentos silvestres— respaldado por el mismo orden del capital que la producción industrial, y compartiendo geografías económicas superpuestas que invaden el interior de China central— probablemente cumplió un papel fundamental para el estallido del brote, independientemente de si la epidemia se originó en el famoso mercado de Wuhan.
​
​
Emergencia de patógenos en un campo políticamente disputado
Los costos de esta agricultura neoliberal rara vez están presentes en los informes contables de las corporaciones multinacionales. El agronegocio emplea capital político para externalizar las consecuencias más dañinas inherentes a su modelo productivo hacia consumidores, gobiernos, productores rurales, trabajadores agrícolas, comunidades rurales, ganadería, animales salvajes, bosques, campos de cultivo, ríos y canales locales. Además de las pérdidas materiales y fiscales asociadas con la disminución del valor nutricional, la reducción de la diversidad animal y ambiental, los riesgos laborales, la contaminación, las pérdidas en la autonomía de los agricultores y el control comunitario de la producción, la amenaza de la pandemia es ignorada repetidamente, tanto por el Estado como por el mercado. La producción diaria representa una estrategia peligrosa y lucrativa que se alimenta de nuestros bienes comunes compartidos.
​
El brote de influenza a (h5n1) en el Centro-oeste de los Estados Unidos también es un ejemplo muy esclarecedor. Hace décadas, las empresas agroindustriales autonomizaron la avicultura por fuera de sus instalaciones integradas verticalmente. Los agricultores contratados están muy endeudados porque se ven obligados a criar las aves de acuerdo con las especificaciones, los granos y los horarios impuestos por la empresa. De hecho, los contratados asumen los riesgos de estas operaciones, pero no el control. La empresa aplica una forma de disciplina laboral mediante la cual los “quejosos” reciben las peores aves y el alimento sobrante, lo que garantiza que estos agricultores pierdan las licitaciones para liquidar los pagos por las aves y genere una competencia cruel entre los productores contratados. Las empresas también externalizan el costo de las enfermedades infecciosas, que durante mucho tiempo se entendió como inherente a las operaciones de producción intensiva avícola. En 2015, el sistema funcionó según lo diseñado. Cuando apareció el h5n2, provocando la muerte de establos enteros de pavos y gallinas, los contratados se vieron obligados a asumir los costos de las aves perdidas por la infección, mientras que el gobierno federal compensó los costos del sacrificio sanitario de las aves amenazadas por el h5n2. Las empresas y el modelo de negocios que contribuyen a la selección de tales brotes salieron relativamente ilesos de la crisis.
​
Este contexto, insuficientemente abordado en la literatura epidemiológica, requiere una nueva comprensión de la naturaleza de las enfermedades infecciosas. Los brotes representan mucho más que una relación que surge de la interacción entre individuos susceptibles, infectados y recuperados, ya sean animales o humanos. Okamoto, Liebman y R. G. Wallace,[10] por ejemplo, probaron estadísticamente si los efectos de la enajenación agrícola presente en el h5n2, al separar tierra y trabajador, podrían detectarse en la incidencia de infecciones transmitidas por alimentos en 25 estados de EE.UU. Las poblaciones de patógenos y pacientes están formadas tanto por el conflicto continuo entre actores sociopolíticos como por la dinámica interna de la población en la que se enfocan la mayoría de los modelos. En realidad, los resultados de los brotes se definen en gran medida por la reacción de los gobiernos a las causas y consecuencias de las enfermedades. Tales intervenciones— o la falta de ellas, como lo deja explícito la crisis de la covid-19— surgen, en parte, de la suma de conflictos sociales y disputas por el acceso a los recursos, desde la tierra hasta los medicamentos.
​
R. G. Wallace y otros especialistas en el tema[11] abordan los regímenes de control de las enfermedades en el contexto de conflictos entre los intereses del agronegocio— que dispone de recursos y de acceso a las agencias estatales de salud pública— y las comunidades rurales locales, para quienes el acceso a estos recursos está restringido. Combinando modelos convencionales sobre el papel que la complejidad forestal socialmente definida desempeña en la dinámica de las enfermedades en factores como el tiempo, el espacio y la diversidad genética con una aplicación del teorema de la velocidad de datos, uniendo las teorías de la información y el control sobre las consecuencias de las enfermedades, una teoría de la información de los conflictos asimétricos informada por la teoría militar, y un análisis de los estudios sobre los campesinos y sobre la historia de las intervenciones en salud pública, el equipo explora las circunstancias en las que los programas de salud pública pueden suplantar las campañas actuales que buscan absolver al agronegocio de responsabilidad frente a la aparición repetida de cepas protopandémicas.
​
Es posible que estemos siendo testigos del nacimiento de una nueva ciencia para controlar los patógenos antes de que se conviertan en pandemias. Una ciencia centrada no solo en virus específicos, sino en la naturaleza fundamentalmente política del equilibrio de poder que determina si el uso de la tierra puede o no evitar que surjan nuevos brotes de pandemias, en primer lugar; o, como parece ser el caso actual, si continuará desencadenando una epidemia tras otra, como los dados lanzados en una mesa de casino.
​
​
[1] Este artículo constituye la primera sección completa de la “Parte Ocho” del libro Pandemia e agronegócio: doenças infecciosas, capitalismo e ciencia, tradução Allan Rodrigo de Campos Silva, São Paulo, Elefante, 2020. Esta “Parte ocho” es un agregado exclusivo de R. Wallace a la edición en portugués de su libro Big Farms Make Big Flu: Dispatches on Influenza, Agribusiness, and the Nature of Science, New York, Monthly Review Press, 2016. Agradecemos la generosidad de Rob Wallace y de la Editorial Elefante por permitirnos realizar la traducción que aquí publicamos.
[2] Cfr. Rob Wallace et al., “The Dawn of Structural One Health: A New Science Tracking Disease Emergence along Circuits of Capital”, Social Science & Medicine, v. 129, 2015, pp. 68-77; Rob Wallace et al., “Agribusiness vs. Public Health: Disease Control in Resource-Asymmetric Conflict”, HAL Archives Ouvertes, 2020. Disponible en: https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-02513883/
[3] Cfr. Rob Wallace et al., “Ebola in the hog sector: Modeling pandemic emergence in commodity livestock”, in Rob Wallace (Org.), Neoliberal Ebola: Modeling Disease Emergence from Finance to Forest and Farm, New York, Springer, 2016.
[4] Cfr. M. S. Dhingra et al., “Geographical and Historical Patterns in the Emergences of Novel Highly Pathogenic Avian Influenza (HPAI) h5 and h7 Viruses in Poultry”, Frontiers in Veterinary Science, v. 5, junio de 2018.
[5] Cfr. S. H. Olson et al., “Sampling Strategies and Biodiversity of Influenza a Subtypes in Wild Birds”, PLoS one, v. 9, n. 3, 2014.
[6] Cfr. M. I. Nelson et al., “Continual Reintroduction of Human Pandemic h1n1 Influenza a Viruses into Swine in the United States, 2009 to 2014”, Journal of Virology, v. 89, n. 12, pp. 6218-26, 2015.
[7] Cfr. I. Mena et al., “Origins of the 2009 h1n1 Influenza Pandemic in Swine in Mexico”, Elife, 28 de junio de 2016.
[8] Cfr. R. Wallace et al., Clear-Cutting Disease Control: Capital-Led Deforestation, Public Health Austerity, and Vector-Borne Infection, New York, Springer, 2018.
[9] Cfr, X. Li et al., “Influencing Factors of Express Delivery Industry on Safe Consumption of Wild Dynamic Foods”, Revista Cientifica, v. 30, n. 1, pp. 393-403, 2020.
[10] Cfr. K. W. Okamoto, A. Liebman & R. G. Wallace, “At What Geographic Scales Does Agricultural Alienation Amplify Foodborne Disease Outbreaks? A Statistical Test for 25 U.S. States, 1970-2000”, medRxiv, 2020.
[11] Cfr. R. G. Wallace et al., “Covid-19 and Circuits of Capital”, Monthly Review, v. 72, n. 1, 1 de mayo de. 2020. Disponible en: https://monthlyreview.org/2020/04/01/ covid-19-and-circuits-of-capital/
Octubre 2021 | Categoría: Artículo | Traducción: Gustavo Romero
​