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TEOLOGÍA DE LOS ANIMALES

¿De qué son culpables “nuestros hermanos menores”[1]?
Sobre la teología de los animales de Paolo De Benedetti en torno al sufrimiento animal

Mónica B. Cragnolini

benedetti

En “Nuestros hermanos menores. Por una teología de los animales”,[2] Paolo De Benedetti recuerda lo que se indica en Eclesiastés 3, 19-21: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo”.

De Benedetti se pregunta en qué  son iguales los hombres y los animales, retomando aquello de Bentham que indica que lo importante no es si los animales hablan o razonan, sino, si sufren. Y si el indicio de esa igualdad se ubica en el sufrimiento, la pregunta de un cristiano debería ser: ¿por qué sufren los animales, si no han cometido pecado alguno, como el hombre, que debe sufrir por el pecado original?[2]

De Benedetti remite a una polémica que tuvo con el Cardenal Palazzini, sobre la cuestión de los corderos que se sacrifican en Pascua, y sobre el tema del antiviviseccionismo. En esa oportunidad, el Cardenal se hizo vocero de un lugar común en el ámbito de las discusiones sobre el tema animal: el constante reclamo que se hace en el sentido de por qué ocuparse de los animales, si hay tantos niños que sufren. Es decir, como señala De Benedetti, “la falsa alternativa entre cuidado de los animales o cuidado de los humanos”.

En este sentido, y teniendo en cuenta que las tres religiones de las Escrituras (judaica, coránica y cristiana) no cuestionan los mataderos, De Benedetti recuerda que los “hermanos mayores” de los cristianos, los judíos, y “los hermanos menores”, los animales, han sufrido un destino común.

Este destino común de animales y judíos ha sido muy cuestionado, y el mismo De Benedetti señala que a veces ha parecido “irreverente” que él retome esa aproximación.[3] Fue Isaac Bashevis Singer quien hizo esa analogía entre Treblinka y los mataderos[4], asociación que ha sido planteada por diferentes pensadores. Esta asociación irrita especialmente a quienes siguen pensado en términos humanistas, ya que lo insoportable no es que se compare a los judíos con animales (el modo de tratamiento y matanza que recibieron en los campos es similar al que reciben los animales, sobre todo los de producción intensiva) sino a los animales con los judíos: es decir, que se quiera equiparar esa vida que les damos a los animales con la que recibieron los judíos durante el tercer Reich. Porque en el fondo, está presente el prejuicio que señala: “después de todo, son animales”. Es decir, un prejuicio que naturaliza el lugar “debido” a los animales: el de ser objetos de explotación por parte de los existentes humanos. Y lo que agrega De Benedetti es la “responsabilidad divina”: algún día Dios deberá explicar cómo fue posible la Shoa[5], así como deberá explicar por qué condenó al sufrimiento a los animales. La aproximación molesta porque si bien se considera que ha sido un crimen terrible contra la humanidad lo acontecido en los campos de exterminio, la misma teología sigue avalando que la matanza de animales es necesaria para la alimentación humana.

Una tradición jasídica rescata que Dios, luego de crear al hombre, no señala que “vio que era bueno”, como sí lo dice luego de la creación de los animales (Génesis 1,25)[6]. Su exclamación del sexto día acerca de la creación (Génesis 1,31)[7] no remite, como pretende el cristianismo, al hombre, sino a la obra total. Por ello, para De Benedetti, el tema de los animales en el cristianismo no es un tema de teodicea, sino de antropología filosófica: el cristianismo ha planteado erróneamente que el hombre es el culmen de la creación, cuando en rigor, luego del hombre se crea el Shabbat. El hombre es, entonces, “casi culmen”: es el “virus del platonismo”, según De Benedetti, en la teología cristiana, el que lo lleva a colocar al existente humano en el ápice de la creación.

Los justos sufrientes de la Biblia son los animales (y las plantas), no el humano, porque el humano sufre por sus actos, mientras que animales y plantas no han cometido pecado alguno contra Dios. Por eso se rebela De Benedetti ante el Pablo que en la primera carta a los Corintios indica; “Porque en la ley de Moisés está escrito: no pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto”.[8] Esto fue escrito para cuidado de los bueyes, pero Pablo interpreta (y estabiliza así el texto) que Dios habla para los humanos. Un indicio de esa antropología cristiana platónica.

Según De Benedetti, la Biblia reporta muchas “gentilezas” hacia los animales, que luego se articularon como una ética a favor de ellos, por las costumbres a las que dieron lugar. Por ejemplo, en Levítico 25, 67 se señala que lo que produce la tierra en reposo (no cultivada) en el año sabático será para los esclavos, los forasteros  y los animales; en Deuteronomio 5,13-14 se indica que en el Shabatt también descansarán el buey, el asno y los otros animales, y están además las distintas medidas del kashrut que indican que madre e hijo no pueden ser sacrificados juntos, o que la leche y la carne no deben estar al mismo tiempo en una comida por el tema de la madre y del hijo. En el  Salmo 104, 20-21 los cachorros de león parecen rogar a Dios (rezar) por su comida, y en Jonás 4, 11 Dios dice que tendrá piedad de Nínive, también por los muchos animales que la habitan.

Para De Benedetti, ha predominado en la lectura de las Escrituras una hermenéutica negativa, que interpreta el “dominar” y “sujetar” del mandato divino a Adán de manera autocrática y dictatorial, cuando de lo que se trata es de “administrar” la tierra. Y en esa administración de la tierra, como se relata en Oseas 2,18, incluso después del fin del diluvio Dios pacta con hombres y con animales: “En aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra; y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y haré que ellas duerman seguras”. 

En ese pacto con humanos y con animales, es posible pensar otro modo de convivencia en que, eliminados el arco, la espada y la guerra, la comunidad de los vivientes no suponga el uso y matanza de los animales. De Benedetti señala que se suele considerar que Dios solo tuvo en cuenta el sufrimiento humano ya que se hizo hombre, mediante Jesús, para compartir ese sufrimiento, sin embargo, quien sabe, tal vez también haya venido al mundo en la forma de asno…[9]

Sin lugar a dudas, la teología de los animales de Paolo De Benedetti, que navega entre las aguas del judaísmo y del cristianismo, supone también una deconstrucción del concepto mismo de divinidad. Frente al dios omnipotente, De Benedetti piensa en un Dios frágil, concepto difícil de aceptar: “es comprensible solo si (…) se acepta que Dios tenga la necesidad de sufrir con lo creado, y esta sería su fragilidad”.[10]

Una divinidad frágil es, entonces, la que puede padecer con el sufrimiento de los animales, sufrimiento que, algún día, tal vez, podrá explicar.

 

 

 

[1] La expresión “hermanos menores” para referirse a los animales es de San Francisco de Asís, y la retoma Paolo De Benedetti. Es posible que desde una perspectiva no teológica prefiramos no considerar a los animales “hermanos” sino extraños, diferentes, etc. Sin embargo, quisiera rescatar el valor de la expresión en el ámbito de la teología de los animales, habida cuenta que para el cristianismo “hermano” es el “igual ante Dios”, y esa “semejanza” solo se piensa para los existentes humanos entre sí.

[2] https://www.istitutobioetica.it/bioetica-sociale/129-aree-interesse/bioetica-animale/teologia-degli-animali/324-paolo-de-benedetti-i-nostri-fratelli-minori-per-una-teologia-degli-animali

[3] Este tema de la razón del sufrimiento animal ha sido objeto de discusión en distintos momentos del pensamiento, una de las formas de “explicar” ese sufrimiento aparentemente sin culpa, consistió en indicar que los animales eran demonios, o que los ángeles caídos fueron convertidos en animales.

[4] P. De Benedetti—M Scordino, In Paradiso ad attenderci, Casale Monferrato, Edizione Sonda, 2013, p. 69.

[5] I. B. Singer narra, en El escritor de cartas, la historia de un joven que, en su pobreza, alimenta una rata, y se preocupa de su destino cuando se encuentra enfermo, es él quien señala que “para los animales, Treblinka no tendrá fin”. Isaac Bashevis Singer fue un escritor judío que supo claramente lo que significó el sufrimiento de los judíos en el tercer Reich, ya que buena parte de su familia fue aniquilada en los campos de exterminio. Charles Patterson analiza los distintos lugares de la obra de Singer en que aparece la aproximación “campos de exterminio-mataderos” en su libro Eterna Treblinka, traducido al español con el título ¿Por qué maltratamos tanto a los animales?, trad. de R. Sala, Lleida, España, Editorial Milenio, 2009,  capítulo 7,  “Ese matadero sin límites”.

[6] Para De Benedetti, no se debe hablar de “holocausto” en el caso del modo de tratamiento de los judíos durante el Tercer Reich, ya que el término remite en el judaísmo a un modo de alabanza a Yaveh mediante la ofrenda de las primeras primicias (generalmente, de la cosecha, también de los animales criados). En cambio, el término “Shoa” significa “desolación, catástrofe, desastre,” y fue usado por primera vez en la comunidad hebrea de Palestina, en 1940, para referirse a la aniquilación de los judíos polacos. En este sentido, caracteriza un “genocidio” (el de la población hebrea en Europa).

[7] “E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno”.

[8] “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto”.

[9] 1 Corintios 9, 9-10

[10] P. De Benedetti-M. Scordino, op.cit., pp. 81-83. De Benedetti agrega que incluso Dios puede haberse convertido en margarita o lechuga para padecer también el sufrimiento de los vegetales.

[11] P. Mariani Cerati- L. Rigazzi, Il paradiso delle piccole cose. Paolo e Maria De Benedetti si raccontano, Reggio Emilia, Imprimatur editore, 2014, p. 61.

Junio 2022  |  Categoría: Artículo

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