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NIETZSCHE Y LOS ANIMALES DE COMPAÑÍA

Nietzsche y los animales de compañía

Mónica B. Cragnolini

El 15 de octubre de 2024 se cumplieron 180 años del nacimiento de Nietzsche. Animula quiso recordarlo en una de las  cuestiones que nos interesan en la revista.

 

Los animales de compañía representan un punto clave de debate en los ámbitos animalistas, ya que son aquellos animales que son amados, cuidados y respetados, aun cuando los animales humanos que los aman, cuidan y respetan  no se interesen por el resto de los animales no humanos, o bien, consideren que solo existen para satisfacer necesidades humanas. En Argentina, en el 80% de las casas habita, junto a los animales humanos, algún animal no humano de compañía, y aumenta continuamente la producción de un mercado que tiene en cuenta todo lo que “necesitan” estos animales para convivir con los humanos.

Quienes han tratado la cuestión de los animales de compañía (llamados habitualmente “mascotas”) han planteado una serie de problemas a tener en cuenta, que podríamos resumir en el sintagma “dominación o afecto interespecies”. El hecho de que un animal sea “domesticado” ya implica un proceso de dominación, porque significa acomodar los deseos, intereses y necesidades del animal no humano a la forma de vida del animal humano. “Domesticar”, en el caso del animal de compañía, supone transformarlo  en “apto para vivir en la domus”, en la casa, en el hogar, que es siempre espacio de lo “propio” del animal humano. Los animales que conviven con nosotros deben adaptarse a nuestro estilo de vida, a nuestros tiempos, horarios y demás.

Hace cuarenta años Yi-Fu Tuan vinculaba la fuerte presencia de los animales de compañía en los hogares con la urbanización y la privatización de la vida que esta comporta. El alejamiento de la “naturaleza” dio lugar a una forma de sentimentalismo hacia animales que podían estar en la casa como “juguetes” y, además, una posibilidad de deriva del afecto que  se hacía menos frecuente hacia otros existentes humanos, por la forma de vida en las grandes urbes.[1] Como señala Tuan, mientras que las mascotas “son visibles y preciosas”[2], los recursos y la mano de obra suelen ser invisibles y considerados de poco valor, de este modo se deforestan bosques, se explota a trabajadores, o se matan animales para consumo humano sin el menor remordimiento por parte de aquellos que conviven con animales de compañía. Para Tuan, existe una atención altamente selectiva, que permite que mientras que se oprime a muchos humanos, a otros se les otorgue un lugar especial. En este sentido, Tuan utiliza el término “pets” (mascotas) tanto para las plantas, los animales no humanos y los animales humanos.

Ese lugar especial que se les da a los animales que conviven con nosotros, es para Tuan una “mezcla de afecto y condescendencia”[3]. Su trabajo intenta mostrar las ambivalencias de dominio y afecto presentes en la costumbre de vivir en nuestras casas con animales. Para Tuan, el amo se siente incómodo con su ejercicio de dominio, y por eso busca justificaciones para este ejercicio, como por ejemplo la distinción mente-cuerpo, o cultura-naturaleza. Cultura y mente se adjudican el derecho de dominar al cuerpo y a la naturaleza, y en estos objetos de dominio se incluyen a mujeres, niños, esclavos, y todo humano al que se considere inferior. Los amos suelen considerar que esos objetos de dominio son ingenuos o débiles, y que por eso merecen también su condescendencia (apoyar la mano indulgente, dice Tuan, en la cabeza del que se considera inferior).[4] Tanto plantas como animales se han  transformado en mascotas por la facilidad en domesticarlos. Las plantas son más fáciles de ser sometidas a este proceso, y dan a sus dueños la sensación de poder que provee la idea de ser quien cuida algo para que crezca.[5] En el caso de los animales, requieren más cuidado, pero generan también esa ambivalencia entre el dominio y el afecto. Tuan considera que escapa a las  ciencias sociales ese tipo de atención creativa que es el amor[6], por eso su trabajo gira en torno al dominio principalmente, y en este sentido los animales de compañía (y todo humano o planta que se pueda transformar en “pet”) son pensados desde esa perspectiva.

Otra perspectiva a tener en cuenta sería justamente aquella que la red interpretativa de las ciencias sociales, como indica Tuan, no puede alcanzar, que es la del amor o de la comunicación interespecies. En condiciones de dominio humano, claro está, ya que somos nosotros quienes traemos a nuestras casas a esos animales a los que denominamos “de compañía”. Sin embargo, es posible pensar en una forma de comunidad con lo viviente que se realiza con los condicionamientos de la vida en lo propio del hogar. Porque los animales que habitan con nosotros en nuestras casas nos hacen patente que no son “apropiables”.

Algo de este aspecto de extrañeza en lo propio registró Nietzsche en Así habló Zarathustra: cuando Zarahustra recibe a los así denominados “hombres superiores”, y los envía a su caverna (su casa, su domus), porque  allí existen, como señala, cien escondites y túneles para animales que saltan y revolotean. Es decir, la casa de Zarathustra está habitada por una multiplicidad de animales diversos, que encuentran un lugar para su vida allí. Y cuando los hombres superiores huyen, asustados por el león que ríe y la bandada de pájaros que rodean a Zarathustra, en la imagen final de la obra, Zarathustra queda en la soledad de compañías humanas, pero en convivencia con animales. Se dirá que estos no son los típicos “animales de compañía”, pero son los animales que acompañan a Zarathustra, cuando ningún humano se anima a acompañarlo.

Erica Fudge sostiene que “el hecho de ignorar a los animales domésticos se interpreta como una postura más académica que  la de optar por escribir sobre ellos”.[7] En este sentido Nietzsche, que se consideraba alejado de los académicos universitarios, a los que llamaba “doctos”, no ignoró a los animales de compañía. En ese sentido, en Aurora, en el parágrafo 286, señala de manera muy clara varias de las cuestiones a tener en cuenta en relación a estos animales:

 

Animales domésticos, animales falderos y semejantes. — ¡Hay algo más repugnante que el sentimentalismo para con las plantas y los animales por parte de una criatura que desde un principio ha vivido y causado estragos entre ellos como si fuera su más furioso enemigo, y que al final acaba pretendiendo de sus víctimas debilitadas y mutiladas aun sentimientos de ternura! Ante esa clase de ≪naturaleza≫, y si pretende ser un ser pensante, al hombre le conviene sobre todo seriedad.[8]

 

En este parágrafo Nietzsche indica de manera clara la problemática de la diferenciación entre “tipos de animales”, pero además la condición de víctima de todo animal. Y esto porque presenta al existente humano como “enemigo” de los animales, algo que Derrida caracterizará como “guerra contra el animal”. Ese existente humano que mutila y debilita a los animales, ¿por qué se atreve, está señalando Nietzsche, a pedirles afecto y ternura? Aun más: ¿por qué considera “naturaleza” a lo que él mutila y victimiza, a lo que ya ha pasado por sus manos y ha sido transformado en virtud de su autoconsideración jerquizante y excepcionalista? En efecto, Nietzsche considera que la educación de la humanidad se ha hecho en nombre de diversos errores, uno de los cuales ha permitido que el hombre se sienta “en un falso orden jerárquico respecto del animal y de la naturaleza”.[9] Para Nietzsche, este error es un error inútil, en la medida en que coloca al existente humano en contraposición y lucha contra la vida, y lo ubica en una escala jerarquizante que es la que ha permitido que devaste la tierra toda y la convierta en desierto.

Tal vez, lo que deberíamos preguntarnos en relación a los animales que nos acompañan en nuestras vidas y hogares, sea si es posible en esa convivencia una comunicación entre diferentes, que respeta las diferencias, con todos los condicionamientos señalados de la vida en el ámbito de un hogar. Algo parecido a esa “nube de amor” del final de Así habló Zarathustra, ese amor entre Zarathustra y los animales, que no intenta asimilar a lo propio las diferencias. Si eso fuera posible, también existirían túneles y cavernas para otros animales en nuestras vidas.

 

[1] Y-F. Tuan, Dominance and Affection: the Making of Pets, New Heaven and London, Yale University Press, 1984, pp. 112 ss.

[2] Ibid., p. 162.

[3] Ibid. p. 163.

[4] Ibid., p. 167.

[5] La expresión tan habitual “tengo mano verde” que se autoadjudica el jardinero al que le alaban sus flores, es muestra de este ejercicio de dominio.

[6] Ibid., p. 176.

[7] E. Fudge, Pets, trad. A. Bixio, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 29

[8] F. Nietzsche, "Aurora", § 268, en Obras completas, Vol  III, edición al cuidado de D. Sánchez Meca, vs traductores, Madrid, Tecnos, 2012, p.  621

[9] F. Nietzsche, La Gaya ciencia, en Obras completas, Vol  III, ed. cit., p. 798.

Octubre 2024  |  Categoría: Artículo

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